En la próxima sesión de la tertulia de Errenteria hablaremos sobre una obra de un autor japonés que ya es un «viejo conocido»: Junichiro Tanizaki (Tokio, 1886 – Yugawara, 1965), cuya novela Arenas movedizas leímos en Donostia, mientras que en Hernani escogimos Hay quien prefiere las ortigas.
Tanizaki está considerado uno de los máximos exponentes de la literatura japonesa moderna, junto con nombres como Ōgai Mori, Natsume Sōseki y Yukio Mishima. Una de las principales preocupaciones en su obra es el choque, muy presente en la sociedad japonesa del siglo XX, entre la cultura tradicional y la influencia occidental. Algunos de sus textos causaron conmoción por tratar explícitamente temas sexuales y obsesiones amorosas destructivas.
Tanizaki nació en el seno de una acomodada familia de comerciantes. Aunque la fortuna familiar fue mermando, pudo estudiar literatura en la Universidad Imperial de Tokio. Su carrera literaria comenzó en 1910 con Shisei, El tatuador. Entre sus títulos posteriores destacan Naomi, Las hermanas Makioka o La madre del capitán Shigemoto. Tanizaki se casó en 1915 y tuvo una hija en 1916, pero fue un matrimonio infeliz, marcado por la infidelidad, situación que recrea en gran parte de sus novelas.
Junichiro Tanizaki
En realidad, el título más leído de Tanizaki no es ninguna de sus novelas, sino el breve ensayo Elogio de la sombra (1933). En apenas 60 páginas, Tanizaki plantea su credo estético. El título hace referencia a una de las características más importantes de la cultura oriental, según el autor: su gusto por la sombra, los matices, la imperfección, frente a la búsqueda occidental de luz, claridad, precisión. Ese choque entre las dos estéticas está presente, de forma más o menos directa, en toda su ficción.
La llave, publicada originalmente en 1956, es una obra de madurez de Tanizaki. Coincidiendo con el inicio del año, el matrimonio formado por un anciano profesor y su mujer, la bella Ikuko, comienzan a escribir diarios privados en los que hablan de su vida sexual, con la seguridad de que el otro lo leerá. Aunque su hija, Toshiko, acaba de independizarse, su amigo Kimura estará cada vez más presente en el hogar paterno, hasta que entre los personajes se trace un triángulo (o cuadrilátero) amoroso.
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La llave se suele clasificar como una novela erótica: se menciona la fotografía pornográfica, el fetichismo por los pies, el sexo en estado de inconsciencia… Teniendo en cuenta que se publicó en Japón en los años 50, ¿te sorprende lo explícita que llega a ser?
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En la novela no aparece un narrador, sino que escuchamos la voz de los dos protagonistas, sincerándose en sus diarios «privados». En ese sentido, ¿te ha resultado fácil de seguir? Conforme avanzaba la historia, ¿has tenido dudas acerca de su credibilidad?
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La relación de pareja del anciano profesor y la bella Ikuko está marcada por la sospecha y la infidelidad pero, lejos de separarles, se convierten en un factor que mantiene viva su pasión. ¿Te sorprende la forma en que viven los celos y juegan con ellos?
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En el día a día de los personajes se mezclan elementos típicos de la cultura japonesa con otros modernos y occidentales: el cine, la botella de cognac, los pendientes de perla de Ikuko… ¿De qué forma interpretas el choque cultural en esta novela?
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El papel de los distintos personajes en el enredo amoroso es, cuando menos, complejo. ¿Crees que el profesor es el «culpable»? ¿Es Ikuko realmente una esposa abnegada? ¿Qué piensas del rol de Toshiko, la hija independiente? ¿A quién ama Kimura?
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En las últimas entradas de su diario, Ikuko desarrolla su visión sobre lo que ha sucedido. ¿Qué te parece esta forma de cerrar la novela? ¿Cuál es tu interpretación, y tu previsión de lo que está por venir?