Mañana martes, en la tertulia en castellano de la biblioteca central de Donostia hablaremos sobre El chal, una obra de la escritora norteamericana Cynthia Ozick. Este título fue una propuesta del grupo a raíz de una de las lecturas del curso pasado (Todos nuestros ayeres, de Natalia Ginzburg).
Cynthia Ozick nació en Nueva York en 1928, concretamente en el Bronx, en una familia judía de origen ruso. Sus padres regentaban una farmacia, en la que ella solía ayudar. De su infancia recuerda haber recibido insultos por su religión y haber disfrutado mucho aprendiendo alemán en el colegio. Se graduó en Letras en la Universidad de Nueva York y continuó con sus estudios en la de Ohio, donde se centró en la literatura anglosajona, y especialmente en la narrativa de Henry James. Ozick está casada con el abogado Bernard Hallote; tienen una hija, Rachel Hallote, que es profesora de historia judía, y actualmente viven en el condado de Nueva York.
Cynthia Ozick
La obra de Ozick, tanto su ficción como sus ensayos, trata de la vida judío-americana, con una importante presencia del Holocausto y sus consecuencias. También explora la experiencia de la inmigración, la movilidad entre clases, y la construcción de la identidad. Sus textos suelen tener cierto tono irónico. Al comienzo de su carrera, dedicó siete años a escribir su primera novela, que quería ser un homenaje a Henry James (Trust, 1966). Posteriormente ha publicado Los papeles de Puttermesser (1997), Los últimos testigos (2004) o Cuerpos extraños (2010). Sus relatos son especialmente admirados y han sido traducidos e incluidos en muchas antologías.
El chal recoge dos textos de Ozik, concebidos de forma independiente: ambos fueron publicados en The New Yorker, el relato breve «El chal» en 1980 y la novela corta «Rosa», en 1983. Mientras que la primera parte describe la supervivencia de Rosa y su sobrina Stella al Holocausto y la pérdida de Magda, hija de Rosa, en la segunda parte asistimos a su vida en Estados Unidos; 30 años más tarde, siguen estando profundamente marcadas por esa experiencia.
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Ozick ha declarado que el relato «El chal» es único en su carrera por la rapidez y claridad con que lo escribió. Sólo en esas cinco páginas sintió que no estaba escribiendo, sino copiando un dictado. ¿Cómo definirías el estilo de este relato? ¿Qué diferencias aprecias entre las dos partes?
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La relación entre Rosa y Stella no es fácil. La primera acusa a su sobrina de ser fría y egoísta, incluso de haber provocado la muerte del bebé. Aunque Stella mantiene a su tía, lo hace sólo desde la obligación, no desde el cariño. ¿Cuál es tu visión de las protagonistas, y de su relación?
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Rosa es una anciana solitaria, ha tenido algún episodio de locura, y rechaza relacionarse con cuantos la rodean. Incluso cuando conoce a un hombre, Persky, que comparte su origen, se empeña en marcar las diferencias («Su Varsovia no es mi Varsovia»). ¿Has llegado a empatizar con ella?
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La superviviente Rosa habla de la vida «antes, durante, y después», y no duda en señalar que la única vida real, la única que merecía la pena, era la de antes, la que le robaron. ¿Crees que al final del relato queda abierta la posibilidad de superar el trauma y comenzar una vida nueva?
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